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VIOLENCIA FILIO-PARENTAL: UNA REVISIÓN DE UN FENÓMENO EMERGENTE EN LA INVESTIGACIÓN PSICOLÓGICA José Luis Rojas-Solís 1
RESUMEN Palabras clave: Violencia filio-parental; Adolescentes; Violencia familiar; Revisión ABSTRACT Keywords: Child-to-parent violence; Adolescents; Family violence, Review RESUMO Pesquisa sobre violência doméstica sido comumente associado a maneira "tradicional" de ataques. Recentemente, no entanto, ele começou a chamar a atenção para um fenômeno desconhecido: a violência dos filhos ou filhas a seus pais ou figuras de autoridade, também chamado de violência filio-parental (VFP). Conceito, prevalência, tipologia, modelos explicativos, características individuais e familiares e algumas lacunas identificadas na pesquisa: por que nesta revisão da literatura científica recente, as principais características do VFP. O objetivo final é o de estimular o interesse da comunidade acadêmica especializada em temas de infância, juventude, família e violência para promover uma maior atenção para a violência de adolescentes e seus pais ou figuras de autoridade no contexto de língua espanhola. Palavras-chave: violência filio-parental; adolescentes; violência familiar; revisão. ¿Existen padres maltratados por sus hijos? La respuesta, infortunadamente, es "sí", y las cifras que los representan van en aumento. Se trata de personas que una vez decidieron formar una familia, con la ilusión tal vez de llevar una vida feliz, pero un día descubren que su hogar se ha transformado en un campo de batalla. (Morales-Ortega y Castillo-Bolaño, 2011, p. 108-109). En lo últimos años, la literatura científica psicológica y criminológica ha comenzado a llamar la atención sobre un fenómeno controversial y sorprendente que involucra comportamientos violentos en una dirección no "tradicional", de un "cambio" en los roles de perpetrador y receptor de violencia, una violencia "contra-natura" (Urra, 1994), un fenómeno que se calificó de "nuevo" (Suárez, 2012). Se trata del concepto de violencia vertical ascendiente tanto en el ámbito educativo (Fagundes, Crespo, y Guareschi, 2014) como familiar (Aroca, y Alba, 2012), fenómenos que hasta hace poco han llamado la atención de la comunidad académica y científica especializada en la violencia interpersonal. En ese sentido el presente artículo se decantará por el ámbito familiar, es decir la Violencia Filio-Parental (VFP), un tipo de violencia interpersonal estudiada desde hace ya varias décadas por diferentes autores procedentes, sobre todo, del ámbito anglosajón. Fue en ese contexto donde por primera vez se hizo referencia al "síndrome de los progenitores maltratados", un conjunto de síntomas similares que presentaban los progenitores que eran maltratados por parte de sus hijos (Harbin y Madden, 1979; Sears, Maccoby y Levin, 1957). Es así como poco a poco comenzaron a surgir, fortalecerse y diversificarse términos como violencia filio-parental, violencia ascendiente o ascendente, maltrato filial, hijos maltratadores, padres/progenitores maltratados (Aroca y Alba, 2012) o "tercer tipo" de violencia intrafamiliar (Pereira y Bertino, 2009) y con ello la investigación sobre la VFP. Investigación que, no huelga decirlo, presenta un desarrollo incipiente en países hispanoparlantes en los que recién despunta España y en los que en otros países, como Colombia (Egea, 2014; Morales-Ortega y Castillo-Bolaño, 2011), se empieza a reconocer y estudiar. En ese tenor y a partir de literatura científica reciente, el presente manuscrito pretende exponer en líneas generales la VFP con la intención de azuzar el interés por este fenómeno "emergente" y contribuir al fortalecimiento de líneas de investigaciones teóricas, prácticas y preventivas. Por economía de lenguaje a lo largo del texto se hablará de padres, madres y progenitores, así como de hijos e hijas de manera indistinta, esperando que esto coadyuve a agilizar su lectura y sin dificultar la comprensión del texto. El concepto de violencia filio-parental Superados las primeros tentativas de definición de la VFP que se basaban en el tipo de conducta violenta ejercida, se podría decir que hay un intento consistente de definición en la propuesta de Cottrell (2001) quien definió la violencia ascendente como "cualquier acto que realiza el menor con la intención de controlar a los padres y/o causarles daño psicológico, físico o financiero" (p.3). Y más recientemente, Pereira (2006) la define como "las conductas reiteradas de violencia física, verbal o no verbal dirigida a los padres o a los adultos que ocupan su lugar" (p. 9).
Atendiendo a esta definición existirían determinadas situaciones (englobadas dentro de la denominada VFP "tradicional") que quedarían excluidas de lo que algunos autores han dado en denominar como la "nueva" VFP (Pereira, Bertino y Romero 2009), tales como: el parricidio, las actuaciones de violencia en disminución de conciencia o las agresiones sexuales a los padres. Tipos de violencia filio-parental De acuerdo a las diferentes manifestaciones del fenómeno de la VFP, es habitual que se haga la siguiente clasificación de las conductas:
En los últimos años se han realizado diferentes estudios para conocer la prevalencia de estas tres formas de VFP, (Calvete, Orue y Gámez-Guadix, 2012; Calvete, Orue y Sampedro, 2011; Ibabe y Jaureguizar, 2011; Pagani, Tremblay, Nagin, Zoccolillo, Vitaro, y McDuff, 2009), que sitúan las agresiones físicas entre un 4.6 y el 21%, bastante por debajo de la prevalencia de las agresiones psicológicas, entre 45 y 65%, (Calvete et al., 2011; Pagani, Tremblay, Nagin, Zoccolillo, Vitaro y McDuff, 2004). Prevalencia de la violencia filio-parental La prevalencia del fenómeno ha sido recogida de manera desigual en diferentes países. Así, Peek, Fischer y Kidwell (1985) detectaron que en EEUU entre el 7% y el 18% de las familias con dos progenitores y entorno al 30% de las familias con un solo progenitor sufrían VFP. Dos décadas después Cottrell y Monk (2004) estimaron que entre un 9% y un 14% de los progenitores canadienses habían sufrido algún episodio de violencia por parte de sus hijos. Al año siguiente Cyrulnik (2005) por su parte señalaba su presencia en el 1% de las familias francesas y el 4% de las japonesas. Esta visión arroja la idea de que es un fenómeno que viene produciéndose desde hace décadas y que afecta a multitud de países y culturas. A pesar de ser resultados sobre un mismo fenómeno posiblemente no pueda establecerse comparación debido a las presumibles diferencias entre el tipo de investigación llevado a cabo y el diferente tipo de muestra utilizada. Modelos explicativos de la violencia filio-parental En grandes rasgos los modelos explicativos pueden clasificarse en dos tipos: 1) los que sirven para explicar cualquier tipo de violencia, y por inclusión la VFP, y 2) los que están formulados específicamente para explicar la VFP. De entre los primeros se pueden destacar a: - La teoría del aprendizaje social (Bandura, 1982). Centra su explicación en señalar al aprendizaje observacional como el principal mecanismo de aprendizaje de las conductas violentas en el ámbito familiar, donde se produciría una observación y vivencia de los modelos agresivos con los cuales además existiría una elevada identificación debido a la relación afectiva entre el observador y el modelo. La repetición de la conducta violenta estaría reforzada por las consecuencias reforzantes obtenidas. Este modelo podría ser criticado como explicativo de la VFP porque lleva a plantear que la experiencia en la violencia llevaría a su ejercicio futuro, arrojando una visión determinista. - El modelo de Coerción Recíproca (Patterson, 1982). Propone que el origen y mantenimiento de los problemas de conducta están en las dificultades originadas en los procesos de socialización, enfatizando la naturaleza coercitiva o controladora de dichos comportamientos. Patterson señala que la influencia de una crianza ineficaz, por diferentes motivos, propiciaría un comportamiento agresivo o desordenado del niño que puede llevar al fracaso escolar, rechazo de iguales, rechazo de padres y baja autoestima; situaciones que aumentarían en el niño el riesgo de depresión y de probabilidad de involucrarse en grupos de iguales con conductas desajustadas que podrían llevar a la cronificación de conductas contrarias a la norma social. Esta propuesta podría ser matizada por el elevado peso otorgado de nuevo al aprendizaje social en una etapa concreta del desarrollo evolutivo, existiendo dificultad para probar de manera longitudinal si la conducta se mantiene con el paso del tiempo y el consiguiente cambio en los procesos cognitivos, emocionales y biológicos de la persona. - El modelo de procesamiento de la información social (Dodge y Pettit, 2003). Propuesta en la que el temperamento, el contexto y las experiencias vividas desarrollan un conocimiento social del mundo almacenado en la memoria del niño que le ayuda a desarrollar un patrón para el tratamiento de la información social. Dicho patrón le conduce a realizar atribuciones sociales (no hostiles) o antisociales (hostiles) ante las conductas de los demás, lo que consecuentemente le llevará a desarrollar un comportamiento agresivo o no agresivo. La crítica a este modelo deriva por limitar la capacidad de la persona para desarrollar nuevas cogniciones sociales a partir de nuevas vivencias y experiencias, pudiendo así modificar los patrones anteriormente generados. - El modelo sistémico. Ciclo sintomático de la violencia (Micucci, 1998). La idea de ciclo sintomático expuesta por Micucci recoge algunos de los conceptos básicos del paradigma sistémico. Para este autor los síntomas surgidos durante la adolescencia se enmarcarían en un contexto de aislamiento interpersonal, caracterizado por la aceptación condicional y los intentos por controlar al otro. En este sentido los intentos por parte de la familia por controlar el síntoma expresado por el adolescente generarían un contexto donde las relaciones entre los miembros de la familia con el exterior se deterioran, al tiempo que el adolescente es identificado como el problema lo que le genera una mayor sensación de incomprensión y aislamiento. Este "ciclo sintomático", en el que el aislamiento alimenta los síntomas y los síntomas generan más aislamiento, constituye el proceso básico que impulsa la conducta sintomática. Como crítica a esta posible explicación se puede apuntar que no contempla la influencia de los contextos sociales y culturales, centrándose únicamente en el sistema familiar. El peso que otorga a la interacción puede hacer perder responsabilidad sobre quien ejerce la violencia. En ocasiones no parece quedar claro si primero se busca la funcionalidad o la detención de la violencia. Pudiera parecer un planteamiento excesivamente simple el afirmar que el cambio de cualquier elemento del sistema va a producir un cambio en la dinámica.
- Modelo integrador de Agnew y Huguley (1989). Esta teoría trata de explicar la VFP desde las teorías explicativas de la delincuencia, como la Teoría del Control Social (Nye., 1958), Teoría de la Asociación Diferencial (Sutherland y Cressey, 1978) y Teoría de la tensión(Agnew, 1990; Cohen, 1955), lo que les lleva a plantear la existencia de causas potenciales de la VFP como tener amigos en su grupo de iguales que desarrollen VFP, mostrar aprobación hacia las conductas delincuenciales, percibir poco o ningún control externo y presentar débiles lazos de unión con las figuras parentales. Además existirían unas causas influyentes adicionales como sufrir aislamiento social, consumir tóxicos y estar sometidos a altos niveles de estrés. Como posibles observaciones a este modelo explicativo a la VFP se puede argumentar que no existe ponderación de la manera en que cada posible factor de riesgo contribuye a la aparición del problema además de ser necesario un estudio longitudinal extraordinariamente complejo para ponerlo a prueba. Factores individuales y familiares relevantes en la violencia filio-parental
En relación a la edad se ha establecido que el rango de mayor incidencia del fenómeno se ubica entre los 10 y 17 años (Cuervo y Rechea, 2010; González-Álvarez, Gesteira, Fernández-Arias y García-Vera, 2010; Rechea et al., 2008; Walsh y Krienert, 2009). En cuanto a las características socioeducativas, diversos estudios coinciden en señalar un mayor porcentaje de dificultades en ajuste escolar, como pueden ser las dificultades en el aprendizaje, en la adaptación, el rendimiento escolar o el grado de absentismo en aquellos adolescentes que ejercen VFP en comparación con la población general (Rechea et al., 2008; Romero, Melero, Cánovas y Antolín, 2005). Asimismo, estos jóvenes parecen caracterizarse por una biografía con conductas disruptivas en el aula durante la infancia y/o adolescencia así como dificultades de aprendizaje en la adolescencia (Howard y Rottem, 2008). En términos generales también se ha planteado que estos jóvenes se relacionan con grupos de iguales que también ejercen conductas violentas dentro y fuera de sus hogares (Rechea et al., 2008) caracterizándose, además, por presentar conductas delincuenciales (Calvete et al., 2011). El uso y abuso de sustancias es identificado por diferentes autores como otro de los factores asociados al incremento de dicha problemática (Carrasco, 2014; Kennedy, Edmonds, Dann y Burnett, 2010; Pagani et al., 2004, 2009). No obstante el tipo de relación aún está por determinar, ya que tal y como señalan los resultados de la investigación realizada por Walsh y Krienert (2007), con una muestra judicial, las agresiones que los hijos ejercían hacia sus padres no las llevaban a cabo bajo los efectos del alcohol o las drogas. Respecto al perfil psicológico de estos adolescentes, Calvete et al. (2011) hallaron que se caracterizaban por tener una baja autoestima, mostrar creencias de grandiosidad y justificar la violencia. Por su parte, otros autores señalan también bajos niveles de empatía, impulsividad, baja tolerancia a la frustración e insuficiente capacidad de adaptación al estrés (Bertino, Calvete, Pereira, Orue y Montes, 2011; Ibabe et al., 2007). En relación a los niveles de agresividad que presentan los y las jóvenes que ejercen VFP es conveniente mencionar que su estudio se ha enfocado, frecuentemente, hacia su dimensión conductual (Ibabe, Jaureguizar y Bentler, 2013; Kennedy et al., 2010). En este sentido se ha identificado el ejercicio de un tipo de agresividad proactiva por parte de los hijos que agreden a sus padres, la cual se relaciona más con un tipo de violencia instrumental que provee de ciertos reforzadores, en lugar de una agresividad reactiva más relacionada con una ira intensa (Calvete y Orue, 2011; Carrasco, 2014). Estos hallazgos, desde el punto de vista de los autores del presente manuscrito, contrastan con lo hallado en la práctica clínica con familias en las que existe un problema de VFP. De ese modo se observa cómo a pesar de que una gran parte de los adolescentes hacen uso de una agresividad proactiva que promueve beneficios, también muestran una significativa ira relacionada con una agresividad reactiva ante sucesos que ponen de manifiesto lo observado por Pereira (2011, p. 75), a saber, una alta dependencia emocional respecto del subsistema parental. Por último, señalar que existen escasos datos e investigaciones sobre la posible relación entre psicopatología y la conducta violenta expresada por los hijos hacia los padres, aunque parece posible que los menores que han sido denunciados por VFP presenten más trastornos psicológicos que los infractores por delitos comunes (Kennedy et al., 2010). En ese orden de ideas, en los estudios revisados se ha podido hallar entre los hijos que agreden a sus padres una mayor sintomatología de carácter ansioso-depresivo (Aroca-Montolio et al., 2014; Ibabe y Jaureguizar, 2009), así como una mayor frecuencia de diagnóstico de déficit de atención y comportamiento perturbador (González-Álvarez, Morán y García-Vera, 2011; Rechea et al., 2008). Sin detrimento de lo anterior, es preciso señalar que también existen menores agresores sin diagnósticos psicológicos (Cuervo y Rechea, 2010). - Características de los padres y madres. Aunque en ocasiones puede resultar contradictorio por la diversidad y disparidad de datos de que se dispone, el perfil que se ha descrito sobre los progenitores ha sido el de padres y madres que se caracterizan por una parentalidad tardía (Gallagher, 2004; Ibabe et al., 2007; Pereira, 2011). Aunque la VFP puede ser dirigida hacia ambos padres (González-Álvarez et al., 2010), parece que el porcentaje de madres agredidas suele ser mayor que el de padres (Edenborough, Jackson, Mannix y Wilkes, 2008; Routt y Anderson, 2011; Walsh y Krienert, 2009). También se ha identificado que con frecuencia cuentan con una alta formación académica y pertenecen a un nivel socioeconómico medio-alto (Gallagher, 2004; Nock y Kazdin, 2002). Añadido a lo anterior existen discrepancias respecto al perfil clínico y psicológico de los padres y madres que sufren VFP debido principalmente al escaso número de estudios disponibles. Por otra parte también se ha señalado la posibilidad de que la existencia de problemas de salud mental en los padres y madres, contribuirían a las dinámicas en las que los hijos les agreden, al verse éstos empujados a ejercer un papel de cuidadores, (Cottrell y Monk 2004). Ya sea como consecuencia de la situación de VFP o como un factor previo a la aparición de la misma, diversos estudios han apuntado a la contribución de algunos trastornos psicológicos en los padres y madres, como la depresión o la ansiedad, en el posterior desarrollo de conductas violentas por parte de los hijos (Patterson, 1986; Weaver, Shaw, Dishion, Thomas y Wilson, 2008). - Características familiares. Los datos respecto al nivel socioeconómico de las familias en las que existe un problema de VFP son poco menos que contradictorios. De manera general se podría afirmar que este fenómeno ocurre en todos los estratos sociales aunque los estudios revisados parecen apuntar a que son las familias de nivel socioeconómico medio y medio-alto donde hay una mayor incidencia (Calvete et al., 2011, Pérez y Pereira, 2006). Respecto a la composición de las familias, si bien es cierto que también se puede encontrar en diferentes estructuras familiares, es en las familias monoparentales o divorciadas en las que uno de los progenitores desarrolla la parentalidad de manera solitaria (habitualmente la madre) en las que se han detectado un mayor número de situaciones de VFP (Carrasco, 2014; Pagani et al., 2004, 2009; Ulman y Straus ,2003). El tipo de relación entre la estructura monoparental y la VFP parece estar mediada por diferentes aspectos. Por un lado estarían aquellos relacionados con el desarrollo en solitario de las labores educativas y la mayor complejidad derivada de ello, como por ejemplo mayores dificultades para poder desarrollar un adecuado control y supervisión parental; y, por otro, aquellos derivados de la ruptura del subsistema conyugal y que pueden perdurar más allá de la misma, alargando el proceso de ajuste que tienen que hacer los hijos y los padres, incrementando así las situaciones de tensión con posibles pérdidas económicas y/o pérdidas de apoyo social o familiar (Pagani, Boulerice y Tremblay, 1997). Otro de los aspectos sobre las que diferentes investigaciones han centrado su interés en el análisis de las características de familias en las que existe VFP, ha sido el de los estilos educativos de los padres y madres. Así, una parte importante de las investigaciones señalan a los estilos permisivo y negligente como los que mayormente se relacionan con el desarrollo y mantenimiento de la VFP (Ibabe et al., 2007; Romero et al., 2007). En este sentido la ausencia física y/o psicológica, característica del estilo negligente o ausente, parece hallarse en un mayor porcentaje en los padres, mientras el estilo permisivo sería más característico de las madres (Sempere, Losa del Pozo, Pérez, Steve y Cerdá, 2007). Sin embargo la relación entre estilos educativos y el surgimiento de la VFP aún no ha podido ser establecido como un factor determinante, ya que el ejercicio de un tipo concreto de estilo educativo parece suficiente para el desarrollo de la VFP, pues quizás son las diferencias entre los estilos educativos de los padres y madres y las dinámicas de relación derivadas las que podrían estar contribuyendo en mayor medida a la aparición de la VFP. También señalar que se ha podido identificar que los estilos educativos mostrado por los padres y madres de las familias en las que existe VFP evolucionan a lo largo del tiempo en función del nivel de violencia ejercida por el hijo, por lo que podrían coexistir diferentes tipos de violencia (Aroca-Montolío et al., 2014). Otro factor relevante apuntado por diversas investigaciones a la hora de explicar el comportamiento violento expresado por los hijo hacia los padres, parece estar relacionado con los niveles de agresividad y violencia mostrados por sus progenitores en las interacciones familiares (Aroca, Bellver y Alba, 2012; Ulman y Straus, 2003). De hecho, numerosos estudios han señalado que el hecho de que los hijos hayan sido testigos o víctimas de conductas violentas en el hogar familiar podría ser uno de los factores que se asocie con la expresión de violencia por parte de éstos hacia sus progenitores (Gámez-Guadix y Calvete, 2012; Kennedy et al., 2010). En un estudio desarrollado por Ibabe y Jaureguizar (2011) hallaron que tanto la violencia de padres a hijos como la violencia marital contribuían a explicar una parte considerable de la violencia encontrada en su muestra. En otra investigación desarrollada por Calvete et al. (2014), éstos hallazgos fueron complementados al descubrir que mientras en el caso de violencia contra las madres fue la victimización directa del adolescente el factor relevante, en el caso de la violencia contra padres lo fue la victimización indirecta, es decir el hecho de ser testigo de la violencia. Aunque, por el momento, no se pueden señalar factores causales o determinantes de la VFP, lo que parece probable es que la violencia de padres a hijos aumente la probabilidad de que los niños se vuelvan agresivos hacia sus padres y que al mismo tiempo el comportamiento del hijo violento aumente la violencia de los padres hacia ellos (Ibabe, 2014), en ese sentido es importante recordar que en la intrincada red de violencia interpersonal en las diferentes relaciones humanas no existen víctimas ideales ni agresores puros (Hamby y Grych, 2013). Para finalizar este apartado señalar que con respecto al funcionamiento familiar se ha destacado una estrecha relación entre los problemas comportamentales de los niños y determinadas características del contexto y funcionamiento familiar como, por ejemplo, la inadecuada expresión de aceptación y comprensión, la ausencia de cohesión afectiva y apoyo parental o los problemas de comunicación (Musitu, Estévez y Emler, 2007). En las familias donde existe un problema de VFP también se ha remarcado la existencia de un vínculo débil y una baja calidad en las relaciones interpersonales entre los miembros de la familia (Calvete et al., 2014; Cottrell y Monk, 2004; Nock y Kazdin, 2002), además de un aumento en el estrés parental (Edenborough et al., 2008; Jackson, 2003) e intentos de minimización del mismo (Cottrell y Monk, 2004). En este sentido parece de especial relevancia el relato de algunos hijos e hijas aportados desde la investigación de Calvete et al. (2014), en ellos se informaba de la percepción subjetiva de que sus padres no habían transmitido aceptación e interés por sus cosas ni atendido de forma sensible sus necesidades, lo que podría apuntar a dificultades en la comunicación así como una cierta negligencia emocional, aspecto recogido por algunas investigaciones anteriores como las realizadas por Agnew y Huguley (1989) y Gallagher (2004). Lagunas en la investigación de la violencia filio-parental Por lo anteriormente expuesto, y desde la perspectiva de los autores de este trabajo, emergen determinados nichos y áreas de oportunidad en la investigación de la VFP que es preciso resaltar para futuras investigaciones. Así, en primer lugar, se podría señalar la disparidad de datos existentes en relación a la problemática de la VFP. Este fenómeno bien podría deberse a la naturaleza secreta del fenómeno así como a la tendencia de las familias en las que existen este tipo de problemáticas a negar su existencia u ocultarla así como minimizar las dificultades (Calvete et al., 2014; Pereira, 2011). Sin embargo dicha disparidad de datos también puede deberse, tal y como afirman Ibabe et al. (2013), a la variabilidad de las muestras objeto de estudio, esto es, muestras extraídas de la población general que no consultan por una problemática de VFP y muestras procedentes de procesos judiciales una vez que los progenitores han denunciado a sus hijos. Aroca, Canovas y Alba (2012) también señalan que muchas de estas investigaciones se componen de muestras muy pequeñas para poder generalizar los resultados y que además suelen descuidar variables familiares más comunes relacionadas con el clima familiar. Existe, por tanto, una notable carencia de estudios empíricos con muestras clínicas en VFP que analicen la casuística, ello explicaría por ejemplo la ausencia de datos respecto a la relación entre gravedad de la dinámica de la VFP y la edad de los adolescentes o el tiempo de evolución de la problemática y la gravedad y frecuencia de la misma. También es importante hacer notar que la VFP es un fenómeno en el que se ven implicados los hijos que agreden, pero también los padres que sufren las agresiones. Por último es preciso mencionar que la significativa mayor proporción de familias separadas, reconstituidas y monoparentales entre las familias que sufren VFP refleja la conflictividad conyugal vivida en el pasado y pone de manifiesto la importancia de considerar y estudiar la relación de pareja del subsistema parental en una problemática de VFP. Sin embargo, hasta el momento, no existen estudios que de manera específica hayan analizado el conflicto interparental y la posible relación con la VFP, aunque profesionales en el tratamiento psicoterapéutico con familias con VFP ya habían informado de conflictos significativos en el subsistema conyugal (Llamazares et al., 2013; Pereira, 2011). Ideas finales Pese a ser un sub-tipo de violencia intrafamiliar y haber existido siempre (Pereira y Bertino, 2009; Suárez, 2012), la violencia filio-parental ha recibido hasta ahora una escasa atención a lo cual hay que añadir que no hay una unanimidad conceptual ni metodológica en su estudio, así, la disparidad en los resultados -debido a los múltiples muestras, instrumentos o fuentes de información-, ha abonado más a la confusión del fenómeno que a su conocimiento mismo (Carrasco, 2014). No obstante su estudio debería ocupar cotas más importantes pues a la violencia intrafamiliar se le asignado un rol fundamental en la reproducción de lo que se ha llamado la "cultura de la violencia" en algunos países (Llorente, 2004). Sea un fenómeno ignorado, oculto, invisibilizado, oscuro o discreto, lo cierto es que la violencia interpersonal debe ser prevenida, tratada y erradicada provenga de quien provenga, pues mujeres y hombres tienen derecho a una vida sin violencia sin importar su sexo, edad o rol familiar. En ese sentido esta revisión se pretende azuzar el interés de más investigaciones que coadyuven a precisar la magnitud e incidencia de la VFP, las características de las y los jóvenes implicados en la problemática, sus familias y su entorno social. Por ello, y coincidiendo con Morales-Ortega y Castillo-Bolaño (2011), se espera que la presente contribución pueda ser útil para la comunidad académica interesada en los asuntos de niñez, juventud, familia y violencia y promueva una mayor atención a la violencia de las y los adolescentes y hacia sus padres, madres o figuras de autoridad en el contexto hispanoparlante, todo ello en aras de un mayor conocimiento basado en un creciente número de investigaciones interdisciplinarias que arrojen más luz sobre este fenómeno. Referencias bibliográficas.
Artículo recibido en: 14/10/2014 1 Doctor en Psicología por la Universidad de Salamanca (España) e Investigador Posdoctoral CONACYT-México adscrito a la Universidad de La Laguna (España). Correo electrónico: jlrojassolis@gmail.com 2 Licenciado en Psicología por la Universidad de Salamanca (España). Psicólogo-psicoterapeuta en el Gabinete de Psicoterapia Osabide. Correo-electrónico: gorka_osabide@cop.es 3 Licenciado en Psicología por la Universidad de Deusto (España). Máster en Psicología clínica. Responsable de Centro de Atención Psicoterapéutica y Socioeducativa en Violencia Filio-parental. Correo-electrónico: albertosmma@gmail.com
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ISSN: 2077-2161
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