Artículo en formato pdf | Referencias | Cómo citar este artículo |
Una Lectura Psicoanalítica De Los Síntomas Contemporáneos En La Adolescencia Dentro De La Era De La Globalización A Psychoanalytic Reading Of The Contemporary Symptoms Of The Adolescence Within The Globalization Era Por: Carla Unzueta* y Paola Zubieta* * Docente del Departamento de Psicología de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo”.
carla_unzueta@hotmail.com RESUMEN La llegada de la globalización ha logrado difundirse alrededor del mundo rebasando las barreras culturales e instaurando nuevos imperativos que en definitiva incidieron sobre la construcción subjetiva del sujeto. La era contemporánea supone un funcionamiento en base a un nuevo ideal monitoreado por el mercado, que sugiere modalidades de goce sujetas a la compulsión por el consumo del objeto, lo cual implica, que los síntomas emergentes de un panorama a merced de la eficacia productiva reflejan sin duda el impacto de una política que ha dejado marcas plasmadas sobre la subjetividad de la sociedad en general, sin embargo, la adolescencia se sitúa como una de las poblaciones más afectadas por los efectos de la globalización en la medida en que queda expuesta a una diversidad de inducciones, sugestiones y mensajes del mercado que hacen que el adolescente pierda su condición de sujeto para convertirse en un títere del consumo. Palabras clave: Psicoanálisis, Globalización, Síntoma contemporáneo, Adolescencia. ABSTRACT The advent of globalization has managed to spread throughout the world, breaking down cultural barriers and creating new challenges that ultimately have lasting influences over the subjective construction of the issue. The contemporary era assumes action according to a new ideal monitored by the market, suggesting modes of enjoyment subject to compulsion by the consumption of the object, which implies, that the emerging symptoms of a scene at the favor of the productive efficiency reflects without doubt the impact of a policy that has left marks reflected on the subjectivity of society in general, however adolescence is situated as one of the populations most affected by the effect of globalization in so far as it is exposed to a variety induction, suggestions and market signals that make the teenagers loses his conditions of identity to become a puppet of consumption. Key words: Psychoanalysis, Globalization, Contemporary symptoms, Adolescence Dentro de la práctica clínica se torna ineludible considerar a fondo las contingencias histórico-culturales a partir de las cuales las sociedades se han ido construyendo, con la aparición de nuevos códigos y el surgimiento de particulares fenómenos que marcan definitivamente el cambio de toda una época. Esto implica por tanto un cuestionamiento acerca de cómo los sujetos hoy en día hacen frente a las problemáticas actuales, de forma que exista un mayor acercamiento de los síntomas contemporáneos y su efecto sobre la subjetividad. Los fenómenos de la época ponen a consideración un sinfín de eventos que si bien inciden de un modo singular en determinadas áreas e individuos y sus respectivas condiciones socioeconómicas, han logrado rebasar las barreras culturales para permitir el acceso al modelo propuesto por la globalización, donde el poder que carga consigo, es lo suficientemente capaz de hacer que el mundo de hoy responda de una manera casi obediente a la oferta impulsada por el mercado. El producto de este impulso, reside en un empuje al consumismo por la multiplicidad de ofertas del mercado global, de forma que la sociedad en general tiene a su alcance una infinidad de objetos que cumplen la función de otorgar una satisfacción a cada necesidad. En ese sentido, se establece una lógica donde lo imposible se hace posible de cualquier manera a partir de accesibles modos de gozar que al ser universales, * Docente del Departamento de Psicología de la Universidad Católica Boliviana San Pablo . carla_unzueta@hotmail.com ** Licenciada en Psicología. Poletigra@hotmail.com imponen implícitamente la uniformidad y homogenización de los sujetos expuestos a esta dinámica compulsiva de consumir. Entonces, este mecanismo se encuentra regido por una política solidaria con el imperio del mercado que ha venido transformando el mundo en un espacio global, donde el sujeto queda suturado con modalidades cada vez más apremiantes en función del ideal de universalidad promovido por el discurso de la globalización. Dicho ideal sugiere que la relación del sujeto se reduzca a una complicidad con el objeto, que en otras palabras, parece instaurar una relación entre el sujeto y el objeto que se sostiene bajo un exclusivo vínculo , como expresión aislada impuesta por el goce donde no cabe el lazo con el Otro, y por supuesto, no cabe la función de la palabra. Los efectos, han recaído sin duda sobre la vía de goce de la época actual, donde a partir de la obtención directa del objeto se ha derribado lo prohibido, lo privado, lo limitante, teniendo como resultado un claro debilitamiento de la función paterna. El sujeto en función al efecto o defecto de cualquier objeto de consumo ingresa en una febrilidad maniaca con el propósito de colmar todas sus necesidades, rellenando todo lo que se torna vacío, de forma que las consecuencias de sus actos estarían determinadas fundamentalmente por sus particulares modos de satisfacción, y no así, por un saber o ley donde la responsabilidad está en cuestión. Por ello, la cultura parece estar orientada por un goce cínico, donde prepondera fundamentalmente la exhibición del goce, y que funciona lejos de cualquier toma de responsabilidad, pues a partir de la directa obtención del objeto, la satisfacción no pasa por la palabra, ni por el deseo, ni por el cuerpo del Otro. El desprendimiento de responsabilidad supone en definitiva un rechazo al saber, ya que posiciona al sujeto en una relación con el goce que se sitúa más allá del padre, es decir, más allá del goce del lenguaje, que implica un saber. El mundo mediático que se difunde junto a imágenes evanescentes, fugaces, y carentes de reflexiones consistentes sobre la existencia, da cuenta de la desvalorización de la palabra, donde además expone el cuerpo como un instrumento de consumo dispuesto a exhibirse al igual que cualquier objeto del mercado. Los nuevos amos: la ciencia y la tecnología Esta lógica propuesta por la globalización en función al ideal de universalidad, precisa de dos vertientes que solidarias con el objetivo, promueven de manera directa su respectiva difusión, estas dos vertientes sin duda son: la ciencia y la tecnología, mismas que se constituyen en los nuevos amos de la posmodernidad, que con el paso del tiempo se apoderan cada vez mejor de las sociedades alrededor del mundo bajo la idea de que todos los sujetos pueden encontrar la satisfacción, el bienestar y la plenitud a través de la adquisición de los objetos comunes creados para el consumidor, apuntando a una generalización del goce donde se asume que un sujeto puede gozar del mismo modo que otro. Si se habla de la tecnología, una infinidad de dispositivos electrónicos denominados gadgets se apoderan de la atención e interés de cualquier ser hablante. Según Glaze en Una práctica de la época (2005), un gadget es entendido como cualquier objeto tecnológico, o comodín que aparece y desaparece del mercado con un ritmo acorde a la velocidad de los tiempos, que puede ser adquirido en cualquier momento, siendo además capaz de dejar sin aliento a quien lo consume. Entre estos instrumentos se sitúan los aparatos de música, celulares, videojuegos, y demás ofertas tecnológicas del mercado. Miller y Laurent en El Otro que no existe y sus comités de ética (2005), afirman por su parte que se trata de un movimiento cuya producción se caracteriza por la prisa, la inmediatez y la novedad sintetizadas en un solo producto tecnológico, donde cada vez se deja menos espacio a lo natural. Parece ser entonces que esta dinámica generadora de sujetos potencialmente adictos a estos dispositivos tecnológicos, y demás tentadoras novedades que cargan permanentes transformaciones, no consiste precisamente en la satisfacción que genera el funcionamiento de dichos objetos, sino en la sola gratificación de haberlos adquirido, vale decir, de haberlos consumido. Por otro lado figura la ciencia, promoviendo el consumo indiscriminado de fármacos destinados a la reparación definitiva de cualquier tipo de manifestación de molestia sea física o psíquica (como las píldoras antidepresivas) estos fármacos trabajan bajo la misma ficción de que todo padecimiento, angustia o dolor pueden ser resueltos con objetos, rindiendo culto a la omnipotencia del discurso de la globalización que modifica y controla la naturaleza: el nacimiento, la vida, la vejez, la enfermedad e incluso la muerte, aboliendo por tanto todas la cadenas de saber e impidiendo el grado de subjetivación necesario que el sujeto precisa para responsabilizarse de su propio dolor. Dresco en La psicofarmacología no es una panacea (1995), afirma que el fármaco no es más que un objeto creado por la ciencia que se constituye en uno de los productos de la industria farmacéutica elevado a la categoría de objeto de culto, ya que carga consigo esta promesa de reparar la división subjetiva, devolviéndole al sujeto la plenitud que jamás se tuvo. Según el mismo autor, la sociedad de consumo y el mercado, por su parte, se ven obligados a ofrecer masivamente los objetos que van destinados a esta prometida plenitud , para proveer la satisfacción, acallar el malestar e instaurar el reinado del placer y la felicidad en el sujeto que lo consuma. Es en ese sentido que la farmacéutica monitoreada por la ciencia intenta por tanto adormecer al cuerpo y al sujeto mismo proveyendo los objetos que suturan, donde el objeto farmacológico homogeniza, universaliza aboliendo lo singular. Se podría llegar a pensar entonces, que se trata de una política configurada en función al empuje de una sociedad de consumo asentada sobre la premisa propuesta por Rosa Aksenchuk en Apocali(psi)s no. La práctica psicoanalítica en la era de la globalización " (2006): no se prive, no deje para mañana, la plenitud es posible" a partir de una respuesta tan técnica y automática donde el sujeto se abre a lo que no puede saciarse, ni colmarse, y alimentándose por tanto, con objetos que el sistema siempre tiene para dar. Es evidente que dentro de este juego, se plantea una lógica taponadora del objeto, que conduce al sujeto a obtener nuevas respuestas de relleno, donde el estatuto del sujeto queda reducido al objeto de manipulación al mando del mercado, que expresamente ofrece al mundo un modo que valga para todos, excluyendo las diferencias, logrando que las sociedades sean hoy en día cada vez más homogéneas entre sí, de manera que los rasgos diferenciales que se desmarcan del lazo universal, serían en definitiva, segregados por el sistema. Es por la expansión de esta segregación entonces, que el goce en la era de la globalización se muestra potencialmente segregativo, pues se reintroduce en lo real la exclusión de lo diferente gracias a la homogeneización tecnocientífica de los mercados, que le concede a cualquier sujeto la posibilidad de integración directa del goce, a través de los objetos técnicos, para así tapar cualquier pregunta sobre el ser. No obstante, muchas terapias y técnicas de rehabilitación destinadas a la salud, solidarias con el sistema, hacen que la segregación se expanda aún más en la medida en que se maneja un lenguaje cargado de una lógica uniformizante que pretende estandarizar, reformar, y reeducar al sujeto sin tomar en cuenta la posición subjetiva desde la que se sitúa su discurso, cuestión que vela el psicoanálisis en su propuesta basada en la lucha por un decir del Otro , para que de esta manera se constituya una clínica de la palabra en el reconocimiento de que el sujeto tiene una verdad que decir. De ahí, que el psicoanálisis frente al fenómeno de la globalización apunta a inscribir al sujeto contemporáneo en esta clínica de la palabra, donde se pueda abordar toda repercusión subjetiva desde el síntoma. Parece ser que el trabajo reside con mayor urgencia sobre las poblaciones más vulnerables y afectadas por los efectos de la globalización, entre estas la adolescencia se ha constituido en uno de los blancos preferidos del mercado donde avanza un desenfrenado empuje al consumo de la multiplicidad de ofertas, se trate de objetos técnicos, drogas, modalidades de adelgazamiento, métodos terapéuticos conductuales, etc. Un recorrido de la adolescencia desde el psicoanálisis El abordaje de la adolescencia se sostiene en una trama de lo individual, lo singular y lo propio, que no puede entenderse como un concepto, sino más bien, como una noción construida a partir de un discurso que cambia según las épocas y las culturas, vale decir que la adolescencia se ubica como un tiempo liminal y subjetivo que busca encontrar un lugar en lo social y a partir de ello dar paso a la elaboración discursiva y las nuevas significaciones. Sin embargo, es preciso que el sujeto adolescente atraviese por un corte que le permita dar el paso a una nueva experiencia, donde se construyan las nuevas significaciones. Generalmente son los ritos de iniciación los encargados de marcar esta transición de etapa, mismos que están encarnados en comunidades identificadoras, tribus urbanas o movimientos sociales con una carga afectiva intensa en función a rasgos característicos, marcas comerciales, cantantes, escritores, y demás elecciones de objetos identificatorios. Esta particular manera de ingresar al terreno de la adolescencia a través de las masas, no es más que la vía por la que se posibilita el encontrar un lugar con valor identitario desde donde nacerá un reconocimiento y un sentido de pertenencia. El ingreso a la adolescencia muchas veces resulta duro de sostener, ya que supone experiencias nuevas y sorpresivas, que obligan al sujeto adolescente a hacerse cargo de lo que le ocurre. Sin embargo, cuando se hace complejo deviene en molestia, y surgen determinados síntomas, que en el medio se han identificado más como características que como síntomas. Entre estos rasgos característicos particularmente en la adolescencia se encuentran la transgresión, el desafío a la autoridad, la omnipotencia, la impulsividad de los actos, la alteración del orden, la morosidad, la postergación, el aburrimiento y la violencia, entre otros. Sin embargo, la lectura de la adolescencia desde la clínica psicoanalítica asume que este momento lleva la caracterización, más bien, a partir de sus grandes transformaciones en la propia subjetividad, y es en medio de estos cambios donde nace la búsqueda de una nueva identidad, de autonomía, de definición sexual, social, ideológica y profesional. De manera concomitante, el adolescente realiza innumerables descubrimientos, donde se modifican las dimensiones de su horizonte existencial. Estas transformaciones en el adolescente, que atañen al campo de la subjetividad, van tomando lugar de acuerdo a la época a la que pertenecen, de manera que las nuevas generaciones de adolescentes manejan códigos e identificaciones en relación a la particular problemática contemporánea, donde se asume una era al mando de nuevos imperativos. Resulta curioso que en la sociedad occidental moderna, los nuevos mandatos descansan en otorgarle al sujeto adolescente una infinidad de posibilidades, que aparentemente pretenden ofrecerle una mayor cantidad de perspectivas, sin embargo, no hacen más que alargar e interferir el proceso de identificación bajo la lógica insaciable de que siempre hay algo más , lo que se traduce en una trampa que desemboca en una imposibilidad de elección. Esta lógica, asimismo, ha encontrado una fiel complicidad en los medios de comunicación masiva, quienes son los responsables del bombardeo publicitario, y donde sugieren al sujeto adolescente múltiples ofertas dirigidas al bienestar, a la comodidad, a la belleza y al perfeccionismo, en vista de que este sujeto de constituye en un terreno fértil y queda expuesto a una diversidad de inducciones, sugestiones y mensajes del mercado que lo convierten en un títere del consumo. Frente a la política de la globalización que consiste en que "todo vale ", es que se provoca un debilitamiento del armazón del universo simbólico del adolescente, regido en principio por los ideales del padre, dando paso a la conformación de ideales en función de los mandatos sugeridos por el mercado, que consisten en una identificación a consumir sin medida (incluso sin tener la necesidad de hacerlo) para lograr una satisfacción completa e individualizada que por cierto, no precisa en absoluto de un Otro para un aprovechamiento eficaz. Ante esta tentadora oferta, es que el adolescente se torna adicto en potencia en relación a todo lo que se le ofrezca, de ahí, que el surgimiento de síntomas en los adolescentes en la posmodernidad nace a partir de la urgencia de consumir todo de una manera compulsiva. Como toda adicción, después de la supuesta conformidad que otorga el objeto consumido, el adolescente experimenta una situación angustiante, que carga la falsa promesa de satisfacción, que ocurre precisamente al cuestionarse acerca de su malestar, pues la trampa se sitúa en que lo satisfactorio parece mostrarse angustiante, ya que, a pesar de tener todo al alcance, existe un vacío que no puede rellenarse. Pese a este detenimiento, el adolescente continúa obrando bajo la misma lógica impuesta por el sistema para evitar ser excluido de él y por supuesto, desligarse de la toma de responsabilidad; de manera que este sujeto queda situado al servicio de la técnica, de la incorporación del sujeto en sí, al sistema de la eficacia productiva. Al margen de esta renuncia a la toma de responsabilidad en función a obedecer al deber de consumir, se instaura por otra parte un rechazo a la falta en ser, vale decir que el consumo adictivo de las ofertas del mercado del adolescente en la era contemporánea, descansa también en la idea de evitar el agujero en ausencia de objeto que implica en definitiva, un deseo y un saber. El sujeto adolescente, por tanto, parece mostrarse desde un continuo rechazo a un encuentro con un saber, que por supuesto, marcará la gama de síntomas emergentes de un panorama que claramente determina las nuevas modalidades de goce, de forma que si se realiza un abordaje de los síntomas de la adolescencia en la actualidad es crucial asumir que existen también nuevas maneras a partir de las cuales el sujeto capta y queda captado por aquello contemporáneo que lo habita día a día. El tinte de los síntomas en la adolescencia puede traducirse en el momento desencadenante a partir del cual el sujeto se reinscribe y restablece su posición frente a la vida, fundamentalmente en relación a la manera en que la ley se articula a la palabra, al lenguaje, que atañe al significante del Nombre del Padre, el mismo que ha sufrido un debilitamiento como producto directo atribuible a los imperativos del sistema, de hecho, si hay que hablar de los síntomas contemporáneos en la adolescencia, es preciso abordarlos como síntomas de la declinación del padre, donde los sujetos adolescentes efectivamente disponen del Nombre del Padre, pero ocurre que se ven incapacitados de hacer uso de él mientras permanezcan los amos que reinan el mundo. Tal como se mencionó, la ciencia y la tecnología, convertidas en los amos que cumplen el objetivo de la globalización, llegan a difundirse alrededor de todo el mundo con la rapidez con la que se pretende gobernar a la sociedad en general, vale decir, a partir de una política que resulta ser veloz, indiferente y transitoria, donde además se elude a la planificación de los acontecimientos. La posmodernidad prácticamente ha optado por separar la planificación de un futuro, pues cada vez son menos los sujetos que apuestan por el progreso en vista de que existe una inclinación por vivir el aquí y el ahora, sin postergaciones. Son pocas las cosas que resultan ser memorables pues resulta factible cambiar con facilidad desde el aspecto físico hasta la ideología en el momento, sin el menor remordimiento por dejar atrás lo viejo a cambio de lo nuevo. Según Lipovetsky en La era del vacío (2002) el estilo de vivir en el instante alude también a una indiferencia e incapacidad de asombro, que particularmente los adolescentes enfrentan en la medida en que ya nada es lo suficientemente importante como para lograr sorprenderse. Esto se suscita más que por resignación, como una forma de apatía inducida por el exceso de posibilidades y de consumo generalizado impartido por sistema. Según el mismo autor, la indiferencia actual no se identifica con la ausencia de motivación, sino más bien con una especie de anemia emocional , es decir, donde el sujeto no logra aferrarse a nada, e incluso su discurso resulta ser susceptible a modificaciones instantáneas y transitorias, pues no asume una posición concreta para enfrentar a la vida desde su propia perspectiva. Los síntomas contemporáneos en la adolescencia En vista de esta realidad, parecería que se instaura una lógica maniaca que va al paso de la velocidad de la propagación de acontecimientos, que implica una exigencia de prontitud y eficacia, impulsando al sujeto adolescente a que todo se vea y se sepa en el momento en que sucede, con una fugacidad que apunta al aniquilamiento del deseo obstruyendo la entrada a la pausa a través de un sinfín de objetos taponadores asentados en una política de goce estratégicamente calculada y apoyada desde los medios de comunicación. En este sentido, no ha sido difícil que la máquina haya tomado el mando de las relaciones interpersonales que antes dependían exclusivamente de la presencia física entre los sujetos. A partir de esto, no es casual que la relación del sujeto con sus pares en la era actual, aparezca y desaparezca al ritmo de la velocidad del funcionamiento de un aparato electrónico. El adolescente, por tanto, hace propia esta lógica (apoyada en la rapidez y eficacia de una computadora), para trasladarla a sus formas de hacer con el mundo. Por tanto, es justamente a partir de las nuevas formas de manejo en la adolescencia donde se ve reflejado el impacto fehaciente del discurso de la globalización. Los mandatos actuales logran paralelamente que el adolescente asuma un lenguaje simbólico que aprehende esta dinámica de la inmediatez, que parece sostener la desesperante tarea de que todo llegue a convertirse en acto, bloqueando toda posibilidad de apertura a la reflexión y a los interrogantes que un sujeto adolescente pueda formularse acerca de su realidad, acerca de su padecer. Desde este sentido, la contracara de estas grandes voces superyoicas que instigan al goce, supone un precio muy alto a pagar: la insatisfacción generalizada y las conductas derivadas en el acto, que llegan a recaer en la adicción. A diferencia de la adicción a las drogas o al alcohol, no hay que explicar principalmente el tema de la compulsión por los daños que produce. Se observa que en la compulsión del adolescente lo que se revela es un vacío absoluto de satisfacción, el cual se traduce básicamente en el problema central que la compulsión misma conlleva. Rosa Aksenchuk en Toxicomanía y psicoanálisis. Del goce globalizado a la ética de la diferencia (2006), menciona que nada se espera de un sujeto compelido a elegir, a reconocer su deseo, en todo caso se trata de taponar ese deseo con la obtención indiscriminada de objetos. Según la misma autora, surge un cuestionamiento frente al mecanismo compulsivo de consumir, donde la pregunta ya no consiste en por qué algunos sujetos se tornan consumidores y otros no, sino se trata de ¿por qué algunos consumidores se tornan adictos y otros no? Y precisamente la adicción a partir de una compulsión por el objeto, se traduce en uno de los síntomas contemporáneos en la adolescencia, donde la impulsividad por la obtención de un determinado objeto promueve el empuje a un goce desbordado que se desprende a partir del exceso o el defecto de dicho objeto de relleno, mismo que tendrá una permanencia transitoria, tal como los semblantes que difunden los amos contemporáneos, encargados de la propagación de esta tendencia a la compulsión por el consumo indiscriminado del objeto. Por tanto, todo parece esperarse netamente del objeto, y nada del sujeto, pues nada se puede esperar de un sujeto que no reconoce su deseo, en todo caso, se trata de que los objetos se cristalizan solamente para ser consumidos y no se marcan en absoluto por el deseo, por consiguiente, se anula todo momento subjetivante evitando que el sujeto se responsabilice de sus deseos, de su angustia y de su falta en ser. Esta última es precisamente quien le concede un lugar al deseo en la medida en que revela la división subjetiva del sujeto, es la dimensión simbólica crucial en el surgimiento del deseo, donde además nace el sentido. A partir de ello, es que el pegoteo del sujeto adolescente con el objeto se traduce en la muestra más clara de la ausencia de deseo, que se traduce en un segundo síntoma contemporáneo en la adolescencia. Dentro de un panorama donde no existe el deseo se tiene a un sujeto que no encuentra posible soportar una falta en ser mientras está adherido a un objeto de goce. Por ello, el duelo, vale decir, la caída o pérdida del objeto, implicaría desde esta simbiosis que le da soporte al sujeto, la separación misma del sentido. Parece ser que en un medio donde no existe falta, como bien lo afirma Castrillejos en Clínica del vacío: psicoanálisis aplicado a los nuevos síntomas (2005), se trataría de que falta la falta, y por tanto se estaría hablando de un excesiva presencia de objeto de goce, que en lugar de generar satisfacción al sujeto adolescente, tal como lo plantea el medio, lo inunda más bien de insatisfacción, pues ya no hay espacio para seguir el efecto de relleno, todo está demasiado lleno y parece ser aún más angustiante: tengo todo, pero no me sirve . Desde ese sentido, este desprendimiento de cualquier elaboración simbólica en presencia del objeto, implica que el funcionamiento del síntoma contemporáneo en la adolescencia descansarían en una especie de automatismo, donde lo pensado se haga real en el instante. De ahí, que el consumismo en el que se ve inmerso el adolescente responda precisamente a esta lógica que rechaza la espera, la incertidumbre y el vacío, para dar paso a la respuesta inmediata convertida en acto, donde muchas veces el adolescente llega a ubicarse al borde del acto suicida. Frente a la presencia de conductas derivadas en acto es que el acto como respuesta de urgencia se constituye en un tercer síntoma contemporáneo en la adolescencia. Si se habla del acto, según Laca en el Seminario 10 de La Angustia (1963), es preciso abordarlo a partir del pasaje al acto y el acting out, que no son más que dos vías, dos respuestas subjetivas constituidas como modalidades recurrentes en la contemporaneidad. Sin embargo es necesario hacer la distinción entre ambas modalidades, ya que el pasaje al acto se produce cuando el sujeto se confronta con el develamiento intempestivo del objeto que es para el Otro, y ocurre siempre en el momento de una emoción extrema, cuando toda simbolización se ha vuelto imposible. Por su parte, el acting out se distingue particularmente por su permanencia en la escena (el sujeto se mantiene en escena), mientras que el pasaje al acto supone una salida total de la escena. El acting out es un mensaje simbólico dirigido al gran Otro, presenta una llamada al Otro y pide una interpretación, mientras que un pasaje al acto es una salida de la red simbólica, una disolución del lazo social, donde existe más bien una huída respecto del Otro, que resulta ser perseguidor e intrusivo, y donde el sujeto queda prácticamente como resto (Lacan, 1963). El adolescente en la posmodernidad recurre a este tipo de modalidad para tomar una posición frente a la vida, donde además sostiene un cuerpo que está en juego, pues cabalmente se trata de una descarga, convirtiéndose en una manera especial de salir del contexto y así romper la rutina que llega a producir malestar, donde está claro que no se dispone ni de la letra, ni del Otro, ni demás elaboraciones simbólicas para hacer un trabajo más eficaz. Por tanto, esta posición encontrará un auxilio en el acto, en la compulsión, en la repetición, donde el cuerpo pasa a ocupar el lugar de objeto de goce. El cuerpo es un tema a considerar en la adolescencia actual, pues más allá de convertirse en un instrumento de descarga motriz, el cuerpo se ha convertido en uno más de los objetos de exhibición en el medio. El cuerpo y su estrecha relación con la imagen se considera en un cuarto síntoma contemporáneo en la adolescencia en vista de que el cuerpo se trataría más bien en un objeto de culto, hecho que se refleja en las prácticas cotidianas: obsesión por la salud, por estar en línea, rituales de control (chequeos médicos), y de mantenimiento (masajes, sauna, deportes, regímenes), cultos cosméticos y terapéuticos. La única tarea que se impone sería cuidar el cuerpo, luchar contra su obsolescencia, combatir los signos de su degradación por medio de un reciclaje permanente quirúrgico, dietético o farmacológico, dando lugar a un cuerpo apto para articularse a la lógica del consumo, así lo afirma Godoy en Psicofarmacología Cosmética: una estética de mercado (1995). La fusión que existe entre el cuerpo y la imagen se traduce en el límite, en la respuesta más accesible para el adolescente, porque es a partir del cuerpo que se puede dejar una marca que no se le permite al lenguaje. La dimensión exhibicionista, la mostración, le permite al fin al sujeto ser captado por la mirada del Otro. De ahí, que los modos elegidos en la adolescencia están dirigidos a dejar huella a través de este marcado del cuerpo, con el afán de establecer una modificación y una recreación del cuerpo a costa de riesgo, momento que para el sujeto adolescente deviene en una adquisición de sentido. En vista de la emergencia de los síntomas en la adolescencia en la era posmoderna, las técnicas de rehabilitación diversas o terapias de todo tipo han abordado al sujeto adolescente apuntando al sujeto hacia una "normalidad", como si esta reivindicación de lo normal fuera la manera de poder dar paso al sentido. Sin embargo no es ésta la posición del psicoanálisis. El psicoanálisis en todo caso no pasa por llenar al sujeto de sentido, sino más bien de reducir el goce que se presenta bajo la forma del síntoma, y su tratamiento está por fuera del sentido. Basz en La posmodernidad no liquida al psicoanálisis (2005), señala que en el mundo contemporáneo se observan características contrarias a la influencia del psicoanálisis, como los reduccionismos farmacológicos u otras modalidades de goce que rechazan la palabra, es decir, van en contra de los planteamientos que implican el reconocimiento del deseo, una reivindicación del derecho al goce y la concepción de la palabra como instrumento de bienestar. Frente a ello, el psicoanálisis considera la creencia en el Otro, como sujeto supuesto saber a partir de la apertura del inconsciente, y la cadena significante por medio Lectura psicoanalítica De Los Síntomas Contemporáneos& C. Unzueta y P. Zubieta del lenguaje que permite albergar el derecho al sentido del discurso, en este caso del sujeto adolescente, y su dimensión en lo real. En este sentido, se trata de responsabilizar al sujeto, no frente a la justicia, la comunidad, ni la familia, sino frente a sí mismo, y es esto lo ético del psicoanalista. En otras palabras, el psicoanálisis propone una escucha que no es asistencial sino ética, y no ética en la medida en que remite a un registro moral, sino a una implicación del sujeto con su queja. En síntesis, el compromiso ético del psicoanálisis en la era contemporánea reside en asumir los efectos que la globalización deja a su paso sobre el discurso y la subjetividad, para así poder insistir en la implicancia del deseo y la toma de responsabilidad del sujeto en cuanto a sus acciones, afectos y angustias, lejos de concederle esta responsabilidad al efecto de un objeto. REFERENCIAS
|
ISSN: 2077-2161
(c) 2010 UCB - IICC
http://www.ucb.edu.bo/Publicaciones/Ajayu/